Ser O No Ser.  

Posted by MuTrA

Un mueble más. Eso es lo que soy. Sólo un mueble más, una baldosa del suelo, una de esas que pisas todos los días al pasar por la misma calle a lo largo de tu triste rutina.

¿Qué por qué soy un chicle pegado en la acera? Porque el mundo no hace más que demostrármelo. Se olvida de mí igual que se olvida un juguete antiguo olvidado en el desván mientras se pudre y coge polvo. Porque no me hacen caso más que cuando se tropiezan conmigo y no les queda más remedio que verme, admitir y aceptar mi presencia frente a ellos y, a desgana, hacer de tripas una amable y cortés sonrisa un tanto falsa, para luego, tras la cháchara obligatoria de buena educación, irse rápidamente alegando alguna excusa improvisada para continuar con sus vidas.

El mundo no quiere más. Se conforma creyéndose feliz inmersos en su vida, rutina, amigos, en sus insignificantes y patéticas existencias plagadas de pequeñas nuevas emociones y experiencias que ni siquiera perciben y que resultan ser las más importantes. El mundo quiere centrarse en sí mismo a través de cada individuo pensante que se mira, preocupa y centra en su propio y pequeño ombligo. Pero se olvida de algo tan importante como que nosotros no somos más que insignificantes ácaros de polvo en comparación con la inmensidad, grandeza y magnificencia del universo.

Sí, soy un mueble, un chicle en el suelo y además soy una mierda de ácaro alérgena para la humanidad. Pero el problema no es ese. El problema es que debería sentirme feliz sabiendo eso porque debería sentirme parte de un algo que a su vez conforma un todo que funciona junto al unísono como el mecanismo de un reloj.

La cuestión es que soy consciente de mi insignificancia y el poco valor de mi vida y encima no me siento parte de nada. Soy un elemento no descubierto y expulsado de la tabla periódica. Soy una pieza del tétris que no tiene un hueco en el que encajar y tiendes a desperdiciar situándola a un lado de la pantalla. Soy una hormiga sin colonia. Un engranaje perdido en un taller lleno de relojes perfectamente completos. Soy esa pieza de ropa que te encantaría ponerte pero no te combina con absolutamente nada de lo que tienes en tu armario. Soy ese sabor de helado que no encuentra el momento de apetecerte. Soy ese libro que compras porque parece interesante y que luego olvidas en la estantería sin siquiera haberlo abierto. Soy la pieza perdida de ningún puzle. Soy ese papel que necesitabas para un trámite inexistente. Soy ese manuscrito que nunca llegaste a escribir. Soy lo que no soy, porque no soy lo que debería ser. Soy, no soy.

Soy un sin ser.



C.Autum.


P. S. -> Gracias a todos por vuestras visitas. Más de novecientas ya... Es todo un halago, un honor y un placer saber que hay tantas personas que vienen a echar un vistazo por este, mi humilde rincón y, sobre todo, el saber que algunos me regaláis parte de vuestro tiempo leyendo e incluso comentando.
Muchísimas gracias, desde lo más profundo de mi corazón. A todos.


Zanthia, MarsW, Llovizna, Arwen, Buzz, Dori, Light, Mientrasleo, Lestat, Jairaki, Malkav y todos vosotros que leeis pero no seguís o comentáis. Gracias. De verdad.

Sin Título.  

Posted by MuTrA in

Al fin había llegado el día. La primavera moría. Todo estaba preparado. Aquel gran estanque, su familia pendiente, mirándome atentos, las criaturas de aquel estanque… Aquellas criaturas supuestamente inofensivas, adiestradas para no hacer daño: Una anguila, una serpiente marina y una especie de híbrido entre carpa gigante y piraña. Todas llevaban el collar de control que se suponía las inhibía de sus instintos primarios de atacar a cualquiera que invadiese mínimamente su hábitat.
Estaba histérica por los nervios. No dejaba de temblar incontrolablemente. Quería romper a llorar, pero no podía. Todos me observaban, aquella era mi prueba de fuego, la demostración de que le quería y era digna de convertirme en su esposa… Su padre me miraba severo, escudriñándome bien, como si quisiera ver a través de mí mis más profundos sentimientos. Aquella mirada sólo me puso más nerviosa y me hizo temblar más.
Tragué saliva mirando a los “animalitos” que nadaban en aquella agua tan limpia y casi lloro. Pero él se acercó a mí, posó sus manos sobre mis hombros y me besó.
-                Tranquila, cielo. – Dijo con una tenue sonrisa. – Sé que puedes hacerlo, confío en ti. Esto sólo es para que ellos puedan ver tu valor, pero pase lo que pase, nada impedirá que te conviertas en mi esposa. -  Dijo abrazándome. – Cálmate, que si tiemblas tanto no serás capaz de nadar bien rápido hasta el otro tablón.

Tragué saliva nuevamente y asentí con una temerosa y nerviosa sonrisa. Estaba aterrada.
Por fin llegó el momento. Era la hora. Ya no podía aplazarlo más. Debía meterme al agua del estanque y nadar a lo largo de seis metros  de un tablón de madera que flotaba sobre el agua a un lado del estanque hasta otro situado en el extremo opuesto.
No me sentía bien. Y ya no era cosa de los nervios y el miedo. Era la presión que suponía que su familia hubiera querido someterme a esta prueba. Si fallaba, si fracasaba… El corazón se me atenazó fuertemente dando un vuelco. No quería tener que separarme de él, de mi dulce Albert… Ese temor debió reflejarse en mi cara, pues en ese momento se acercó su hermano Robert y me puso una mano en el hombro.
-                Tranquila enana. – Dijo con su habitual tono cariñoso. –  Nadie te va a comer. Todos sabemos que le adoras y que no os separaréis pase lo que pase. Tú tranquila Jena.
-                Es fácil decirlo. – Dije con voz temblorosa, al menos la poca voz que pudo salir de mi garganta seca y anudada. – Vosotros no tenéis que pasar por estas cosas, ¿no?
-                Touchè. – Dijo asintiendo. – Eso es cierto. Por esta prueba sólo pasan nuestros pretendientes… Y tampoco es que nosotros lo veamos justo, pero es tradición y se niegan a suprimirla.
-                Entiendo. – Musité con apenas un hilo de voz.
-                Venga, ánimo. Sé que terminaréis juntos.
-                Gracias, Rob… De verdad.
-                Ni lo menciones, tonta. – Sonrió y se fue a ocupar su lugar entre los espectadores.
Volví a mirar al interior del agua del estanque y me sobrecogí. Algo pasaba con los animales. Estaban más revueltos que nunca. No paraban quietos y se atacaban unos a otros… Algo no iba bien y me derrumbé por dentro. No iba a poder hacerlo, al ver a los animales tuve esa certeza, pero no sería mi culpa. Algo no iba bien.
Respiré hondo. Cuanto antes le hiciera frente a aquella maldita situación, antes acabaría todo. Me puse de pie con cuidado en aquel inestable tablón de madera y se hizo el silencio. Todos me miraron expectantes. Miré a la inquieta serpiente y al imparable híbrido. No dejaban de moverse, siempre en la dirección de la que provenía el movimiento del agua. Eso me inquietaba pues se suponía que no se movían de su rincón del estanque… Fruncí el ceño y metí un pie en el agua con cuidado. Entonces ocurrió: Los tres animales carnívoros se lanzaron hacia mí más rápido de lo que dura un parpadeo.
Esto pareció conmocionar a los espectadores, pero aún así no se movieron. Sólo cuchichearon un poco y siguieron esperando a que saltara al agua para pasar la prueba. El adiestrador no estaba seguro de que aquello fuera normal en sus mascotas. Las llamó y trató de tranquilizarlas, pero la única que pareció obedecer fue la anguila.
Tomé aire y volví a meter el pie en el agua. Esta vez faltó muy poco para que la serpiente me pudiera hincar el diente en el tobillo. Golpeó la tabla desestabilizándola y eso casi me hace caer en el agua a merced de aquellos depredadores natos. Faltó muy poco. El adiestrador gritó y vociferó que era imposible hacer la prueba en aquel estado. Sus mascotas estaban raras, irreconocibles para él, así que suspendió todo a fin de proteger mi vida y mis extremidades.
Todos comenzaron a murmurar visiblemente decepcionados y molestos. Yo respiré, pero no del todo aliviada. Seguía asustada y decepcionada de mi cobardía. Pero cuando alcé la vista, aquella mirada se me clavó en el alma y supe que sería para siempre. El padre de Albert me miraba ceñudo, visiblemente enfadado, duro, con reproche. Aquella mirada no la olvidaré nunca, nunca… Sobre todo porque supe en aquel momento lo que significaba: Jamás dejaría que alguien tan cobarde como yo se casara con su hijo… Aquello me destrozó el corazón. Noté como mi pecho se rompía en mil pedazos… Pero me esforcé porque no se reflejara en mi rostro porque Albert se acercó preocupado por mí. Me tendió la mano para ayudarme a salir de aquel peligro acuático y abrazarme cubriéndome con una toalla.
-                ¿Estás bien amor mío? ¿Te ha hecho algo esa maldita serpiente?
-                Sí… Sí, estoy bien cielo, no te preocupes. Está todo bien.
-                Estás temblando y pálida, ¿seguro que estás bien?
-                Sí… Hace frío, es temprano y ha sido sobre todo el susto.
-                Ya ha terminado. Menos mal que el entrenador ha suspendido esto. Podría haberte pasado algo horrible. – Me abrazó con fuerza, con firmeza, como si no quisiera que me alejara de él. Y yo correspondí igual a ese abrazo… Ese último abrazo…
Y ocurrió lo que sabía que ocurriría: Su familia no me consideraba digna y nos prohibieron enlazarnos… Los dos estábamos destrozados. La condición era que hiciera la prueba y la superase o no nos podríamos casar. Ambos lloramos amargamente, enfadados y tristes, pues ya teníamos todo listo para la ceremonia. Pero no se podría llevar a cabo. Fue un paso horrible, pero hubo que darlo. Al menos nos permitían seguir viéndonos, que ya era algo, pero igual estábamos tristes porque ambos queríamos dar el siguiente paso y unirnos para siempre.
Durante algunos días no nos vimos demasiado, pues el enlace que sí se llevaría a cabo era el de su hermana menor, Samanta. Ayudé en lo  que me dejaron ayudar, que no fue mucho, y en mis visitas a su casa, entre Robert y Daniel me convencieron para que asistiera a la boda. Yo había dicho que no iría, pues no es que fuera feliz asistiendo a algo que para Albert y para mí era tan lejano en estos momentos. Pero hasta Samanta me dijo que me quería allí en aquel día tan especial para ella. Así que, un poco a regañadientes, terminé asintiendo. Y en un aparte, Robert me insistió encarecidamente en que me presentara vestida con mi vestido de novia. Él era de los pocos que sabían que ya lo tenía y me dijo que confiara en él, que algo le decía que debía ir con el vestido puesto. No sé por qué le creí, pero lo hice y le dije que así lo haría, pero que llegaría tarde pues la protagonista debía ser, obviamente, su hermana y en eso él estuvo más que de acuerdo.
Al fin llegó el día de la boda de Sami. Amaneció lloviendo, aunque no duró mucho y el Sol pronto comenzó a brillar entre las nubes. Sami estaba preciosa ese día, hermosa como sólo una novia lo puede estar. Yo llegué algo tarde para que nadie me viera y me senté en un banco fuera de la iglesia. Al cabo de un rato alguien se sentó a mi lado, cuando miré la sorpresa me embargó: Bertie estaba a mi lado, con su traje de novio… Eso debía ser cosa de Rob… No pude evitar quedarme embobada mirándole: Estaba tan guapo… Parecía un galán de película antigua. Era como James Bond…  Irresistiblemente atractivo y hermoso.
Él me miró y también pareció sorprendido. Ambos sonreímos azorados y tímidos y nos quedamos en silencio, sonrojados, casi sin mirarnos durante un rato.
La ceremonia de Sami transcurrió tranquila, apacible y feliz. Pero resultó que hubo boda doble, aunque casi nadie lo sabía: Daniel y su novia también se casaban ese día. Fue una agradable sorpresa para todos, pero algo ocurrió. Apareció una segunda novia de Dan, apareció histérica, triste, lloraba y suplicaba que no le dejáramos abandonarla  por alguien vil, traicionera y cruel. Al parecer era una caza fortunas y una ladrona que sólo buscaba chicos de familias adineradas para sacarles todo lo que podía y luego dejarles sin nada. Ambas miramos a Albert, pues era el hermano de Dan y le correspondía a él interrumpir la ceremonia. Pero se limitó a negar con la cabeza gacha. No quería hacerle eso a su hermano pues parecía amar de verdad a la otra. Eso hizo que Linda, que así se llamaba la pobre muchacha que llegó suplicante, se deshiciera en lágrimas amargas de amor.
-                Bertie… Tienes que hacerlo. – Le dije suavemente pero con determinación. -  ¿Dejarás que tu hermano se case con alguien aprovechada y soez que sólo quiere su dinero?
Él negó con la cabeza. Pero seguía negándose a hacer irrumpir en la iglesia y detenerle.
-                Muy bien, entonces lo haré yo. – Dije levantándome decidida a no dejar que Dan cometiera el mayor error de su vida. Caminé con cuidado hasta la iglesia y entré. Todos se giraron a mirar al ver al sacerdote mirar con sorpresa hacia la puerta. – Dan… Siento hacerte esto, te lo juro, pero no te puedes casar con ella. – El pobre me miró incrédulo, pero al ver entrar a Linda pareció entenderlo todo: Linda en un arrebato celoso me convenció para aquello. Se leía en su rostro esa deducción. – No, nada de eso…  Ella es una estafadora. Sólo quiere de ti todo el dinero que pueda obtener para luego dejarte tirado a la mínima que encuentre a otro más rico que tú. – Su cara pasó de la incredulidad ante mis palabras al enfado más puro. Pero cuando iba a replicarme la aprovechada me insultó, dándome así la razón. Comenzó a insultarme repetidamente y sin base ni argumento. Daniel la miró decepcionado, asqueado y realmente enfadado. Pero de repente un ruido nos distrajo a todos, algo que se caía y golpeaba con fuerza el suelo tras el altar, y cuando quisimos darnos cuenta… La mala pécora que se vio acorralada en la iglesia por todos,  sin saber cómo o por donde desapareció.
Hubo revuelo y alboroto, pero en mitad de todo eso, hubo una reconciliación muy dulce. Y finalmente, cuando la calma regresó tras la recién descubierta verdad, iba a haber boda. En un estúpido e impulsivo arrebato salí de la iglesia y llame a Albert por gestos, le dije que se acercase tendiéndole mi mano, la cual tomó con firmeza y una leve y tímida sonrisa. Entramos a la iglesia y me detuve a mitad de camino, le miré y…
-                ¿Quieres casarte conmigo? – Pregunté sin saber bien por qué. Pero ante la pregunta, él hizo un gesto con la mano y respondió:
-                Ahora no, tengo algo que investigar. – Dijo acercándose al altar para unirse a todos aquellos que trataban de averiguar cómo había escapado la mala pécora que intento aprovecharse de Daniel. Me acerqué a la parte delantera de la iglesia sin saber cómo sentirme… Aunque en cualquier caso no es que me sintiera bien. Por suerte, nadie me había escuchado y recuerdo que sólo pude pensar: “Menos mal que no están mis suegros…”

C. Autum.