Y un señor susto fue el que me dio ayer el Google. La cosa empezó con algo muy simple: Al comienzo de la tarde (sobre la hora de comer) resulta que los comentarios que dejaba en los blogs que sigo, no aparecían publicados. A sus dueñ@s les llegaban al correo pero luego no aparecían publicados en la página.
Hasta ahí, relativamente bien. Un fallo puede darse en cualquier página web, es normal y lógico. Vale, lo malo vino luego, cuando una persona que sigue este humilde blog, me dice que no lo encuentra. Miro ¿y con qué me encuentro? Con que el blog ha sido eliminado. Así, sin más. No sabía si llorar o cabrearme. ¡Mi blog borrado y todo perdido! Respira hondo, cálmate, será algún fallo temporal de la página. Luego intento acceder a la cuenta de gmail y me impide el acceso diciendo que mi cuenta ha sido inhabilitada. Esto, claro está, sin aviso previo o explicación alguna (explicación que de hecho pedí y aún sigo esperando). Es sabido que una cuenta se inhabilita cuando se incumple con las normas y condiciones de uso, cosa que yo no he hecho, o al menos eso creo. La guinda del pastel fue ver que ni siquiera podía acceder a la cuenta de Youtube y temí perder todos los videos que tenía en mis favoritos.
No sabía si cabrearme, dejar que me diera el bajón o qué hacer, y mientras tanto me limitaba a plantearme si después de eso me abriría una nueva cuenta de gmail para poder hacerme otro blogger y volver a agregar a todos o si optaría por otro tipo de página bloguera. Delante contemplaba la página de Hotmail a la espera de un mail explicativo que jamás llegó (de hecho aún hoy no ha llegado) en el que se me explicase el motivo de que mi cuenta fuera eliminada sin posibilidad de recuperar nada de lo que había guardado.
Pero entonces, alguien, muy amable y compasivamente, me hizo la siguiente sugerencia: cambia la contraseña o prueba a intentar acceder desde otro navegador. Viendo las puertas del cielo abiertas ante la posibilidad de recuperar todo, rauda y veloz abrí otro navegador, introduje mi contraseña y… ¿Qué valide la cuenta? ¿Por qué? No he hecho nada, me la inhabilitan y encima tengo que proporcionar mi teléfono (para no llamar) y que me manden un código para validar mi cuenta inofensiva y chiquitita. Bueno, da igual, doy el teléfono, me llega el código puñetero y, conteniendo la respiración espero unos segundos… Largos, eso sí, pero segundos al fin y al cabo.
¡Aleluya! ¡La cuenta seguía viva! ¡Y mi cuenta de Youtube! ¡Y el blog! ¡El blog sigue entero! ¡No me lo han borrado! El alivio que sentí es indescriptible. Volví a respirar. Todo estaba bien, en su sitio y completo.
No obstante, aún sigo esperando una explicación por la repentina e injusta inhabilitación temporal de mi cuenta. Y, de momento, aunque todo va en orden, no sé si puedo dejar comentarios en las entradas de la gente a la que sigo. Sé que en las de Arwen parece que sí, pero no he probado en otras. Ni siquiera estoy segura de que me vaya a dejar publicar esto, pero lo intentaré.
Pido disculpas a todos los que ayer comentasteis mi entrada por no haber podido responder, y la verdad es que el percance me desanimó y desmotivó bastante, pero sabéis que siempre estoy ojo avizor a vuestras novedades aunque no comente. A los que os mostrabais de acuerdo conmigo os doy las gracias, sobre todo a ti, Arwen, que hasta diste ejemplos aún latientes de esas confabulaciones de los necios para conjurar. Y a todos os digo siempre que muchas gracias por comentar siempre. Sois los que me hacéis seguir por estos lares.
C. Autum.