El
pasado lunes 11 de enero de 2016, David Bowie nos dejó a los 69 años de edad
por culpa de un cáncer. Hoy, jueves 14 de enero de 2016 nos ha dejado Alan
Rickman, a la misma edad y por la misma triste razón. Es una semana muy triste
y un desolador comienzo de año para los mundos del cine y de la música.
David
Bowie ha estado “conmigo” desde que era una niña, con su personaje en la
película “Laberinto” Jareth, el Rey de los Goblins, y durante un tiempo,
también lo estuvo con su música, tan única y genial. También he tenido
oportunidad de verlo en varios cameos y de escucharlo en nuevos trabajos
musicales.
Pero ya
no iluminará más nuestras vidas con su música, su particular y especial mirada
o su sonrisa. El Duque Blanco se ha ido. Ziggy Stardust ha regresado a su hogar
entre las estrellas, dejando al mundo más apagado y gris.
Alan
Rickman llevaba “conmigo” menos tiempo, pero no tardó demasiado en convertirse
en mi amor platónico. Su voz, su mirada, su sonrisa, su porte, su versatilidad,
su talento, todo.
A
medida que iba descubriendo y visionando sus trabajos y siguiendo y viendo
también los nuevos, más me gustaba y encandilaba y, obviamente, más iba
apreciando, valorando y confirmando su talento, tanto actuando como dirigiendo
o doblando. Ojalá hubiera tenido la oportunidad de verlo sobre un escenario
teatral. Es lo único que no pude disfrutar.
Hoy el
mundo del cine está triste y se queda un poco más desamparado por su pérdida.
Hoy el cielo gana otra brillante estrella para embellecerlo. Hoy la Voz de
Terciopelo, como le llamaban, se va al cielo para convertirse en el Metatrón
que interpretase hace años en Dogma.
Esta
semana el mundo está triste y Gran Bretaña, el Reino Unido, visten de luto.
Ahra el
mundo brilla un poco menos. Adiós, gigantes.
14 de enero de 2016.
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on 25.1.16
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